"Nadie pensó que nosotros íbamos a ser campeones del mundo"

entrevista Matías Rodríguez F. ▹
Ricardo "El Negro" González es parte de la primera generación dorada que tuvo el baloncesto argentino. En el año 1955 una insólita suspensión de por vida impuesta por la Revolución Libertadora lo dejaría a él y a muchos de sus compañeros fuera de las canchas. Deporte, amigos, Perón, etcétera.


Ricardo González, capitán de la Selección Argentina de Básquet campeona del mundo en el 50, recibió a El Pez Digital en su casa de Palermo para esta entrevista. El “Negro”, como lo llaman sus amigos, es parte de la primera generación dorada que tuvo el baloncesto argentino. En el año 1955 una insólita suspensión de por vida impuesta por la Revolución Libertadora lo dejaría a él y a muchos de sus compañeros fuera de las canchas.
Casi como una tradición, todos los miércoles en el Club Palermo, el club de sus amores, Ricardo se junta a cenar con parte de ese equipo mundialista y otros amigos hechos en el camino.
Su amor por el deporte, los amigos, los clubes de su vida, su relación con el General Perón, la política, y la dolorosa sanción del año 55 en una charla muy distendida, café mediante.

¿Cómo empezás con el básquet?
El llaverito en el que llevo la llave de mi casa es del Club Añasco, ahí comencé. Tendría diez años, íbamos todos los pibes del barrio a jugar. Hay gente que es líder en un barrio. En La Paternal de esa época, de calles de tierra, había un muchacho de apellido Calvín al que le gustaba muchoel deporte. Juntaba a los chicos y nos hacía correr carreras de cien metros en el barrio. Y nos estimulaba, nos daba entradas para el cine a quien ganara. Un muchacho fantástico. Eso fue como una iniciación en el deporte.
Por aquel tiempo había unos campeonatos que se llamaban Juegos Evita. Venían de todas partes de la República chicos a participar. El joven que triunfaba, o andaba cerca, seguía con el deporte. Eso es muy bueno. Hay que iniciar a los chicos en el deporte. Si uno, o el barrio, o la gente no se ocupan, el chico no va solo al club.
El Club Palermo tenía dos divisiones de infantiles y dos divisiones de cadetes; cuarta; quinta; novicio; segunda y primera. Todos los clubes tenían una barbaridad de jugadores de básquet. En la actualidad hay pocos. Ponete a pensar que la mayoría de los jugadores de la Selección Argentina de hoy son jugadores del interior, donde la gente todavía va al club. El club desapareció. Eso es una cosa que se puede revertir, el problema es el costo. Un club de barrio no puede asumir el costo que le significaría mantener divisiones de básquet. El club tiene una función social muy importante. Lo esencial es que el chico conviva con otros chicos.
Me inicié jugando al básquet en Añasco a los diez años. Siempre se jugaba alguna copa con otro club, los cadetes y los infantiles, y ahí jugaba. La persona que nos enseñaba era un muchacho cordobés, se llamaba Juan Fleitas. A su vez, él entrenaba divisiones inferiores en un club cerca de La Paternal, Sportivo Buenos Aires. A los doce años me llevó para jugar en infantiles porque Añasco no tenía cancha reglamentaria, tenía sólo divisiones inferiores. Después de muchos años, Añasco hizo la cancha oficial, lo que fue una gran satisfacción para mí. Comenzó una etapa muy grande en los clubes, porque en aquel tiempo había infantiles, cadetes, cuarta, novicios, quinta; había campeonatos de quinta importantes que se jugaban. Yo jugué esos torneos.
En Sportivo Buenos Aires jugué en infantiles y en cadetes. Sportivo Buenos Aires estaba afiliado a la Asociación Buenos Aires. En aquel tiempo estaba la Federación Porteña y la Asociación de Buenos Aires. Jugué un año en infantiles y un año en cadetes. Podría haber jugado dos años más, pero yo tenía un amigo en común que jugaba en Gimnasia y Esgrima de Vélez Sarsfield, club que tenía primera división. Me invitó, teniendo dieciséis años, a jugar con él. Empecé jugando en la segunda división y después con mi amigo, Horacio Carry, hicimos toda la campaña en primera juntos. El equipo de segunda salió dos veces campeón junto con San Lorenzo.
Había muchos compañeros nuestros de segunda división a los que nunca ascendían a primera. Con Carry no tuvimos ese problema porque nosotros ya jugábamos en la primera, pero el resto de los muchachos no. Me acuerdo que teníamos un amigo delegado que tenía un garage en la avenida Francisco Beiró y la General Paz. Estábamos cerca de Defensores de Santos Lugares en Sáenz Peña. Charlando con conocidos que teníamos nos comentaron que en Defensores de Santos Lugares pasaba algo similar a lo que ocurría en Gimnasia y Esgrima de Vélez Sársfield; esta cuestión de que los grandes no le daban cabida a los chicos. Este delegado entonces se juntó con un contacto que tenía en Santos Lugares y propuso que se jugase un partido entre la primera y la segunda, y quien ganara se quedaría con la primera división de Santos Lugares. Y así fue, les ganamos nosotros. Entonces a esa primera se incorporaron muchos jugadores jóvenes y de mucha calidad. Hicimos una muy buena campaña, Defensores llegó siempre a las finales de la Federación.

¿Cómo llegás al Club Palermo?
En el año 47 ya vivía al básquet como una pasión, jugábamos todos los días. Los sábados, jugando en Santos Lugares, me juntaba con unos amigos y algunos jugaban en Palermo, entre ellos Luis González. Un día hablando, le cuento que en Santos Lugares las cosas no andaban bien y que de los compañeros nuestros ya quedaban muy pocos. Con Horacio (Carry) éramos un poco extraños, no éramos oriundos de Santos Lugares, el resto de los jugadores sí. Entonces Luis (González) me dice que por qué no te venís a Palermo, que te queda más cómodo, si vos tenés un montón de amigos ahí. Le digo mirá, mi problema es Horacio, yo juego junto con él, y piensa que si nos vamos a Palermo no va a tener cabida en la primera.
Tuvimos una reunión con el “Gallego” López, que luego sería nuestro entrenador durante muchos años en Palermo. Cuando nos juntamos nos dice mire, en Palermo juega el que se merece el puesto, no es cuestión de que sea oriundo del club ni nada; el que juega para el puesto lo tiene y, si es eso, decile a Horacio que venga tranquilo, si él se tiene confianza va a jugar en la primera. Y fue así. Aprovechamos que ese año no se jugaba el torneo porque se estaba preparando al equipo argentino para competir en los Juegos Olímpicos de Londres.



¿Vos te imaginabas en Londres 48, te veías con posibilidades?
Hacía años que jugaba en la selección de Capital, ya había ido a un Sudamericano en Paraguay (1947) y al año siguiente se hacían los Juegos Olímpicos de Londres. Te explico. Nosotros a Londres, de Capital Federal, no fuimos muchos. Fue Furlong, Lledó, Contarbio, Menini y yo. De Santa Fe vinieron cuatro, tres santiagueños, y uno de la provincia de Buenos Aires, Pérez Cattáneo. El equipo nacional para aquel tiempo se conformaba a partir del campeonato argentino. Del campeón iban cinco jugadores a la selección, del segundo cuatro y del tercero tres.
Cuando fuimos a Londres el entrenador fue Canavesi. Como condición número uno, no iba a aceptar que pusieran a cinco jugadores de una provincia porque salieron campeones argentinos y por eso dejar afuera a algún gran jugador. La Confederación de aquel tiempo la regía el interior del país. Había un delegado por provincia y tenían mayoría. Igual la gente entendió y Canavesi nombró al equipo. Entonces a Londres fuimos seis de la Capital y después de Santa Fe y de Santiago.

El básquet en ese entonces no era profesional y hasta mucho tiempo después no lo fue. ¿Vos trabajabas, estudiabas?
Cuando yo jugaba en Gimnasia y Esgrima de Vélez Sársfield tenía dieciséis años. En ese equipo de primera jugaban tres hermanos que se llamaban Gattinoni. Eran de ascendencia americana. El papá de esos jugadores era el obispo de la Iglesia Anglicana y todos los hermanos mayores de estos muchachos eran presidentes de grandes compañías americanas. El “Gallego” Gattinoni, con veintidós años, era gerente de cambio del Citibank. En aquel tiempo se jugaba un campeonato bancario muy importante. Había campeonato bancario nacional, pero también había campeonato bancario sudamericano. Él me hace entrar a los dieciséis años a trabajar en el banco. Comúnmente se entraba a los dieciocho, pero hizo entrar como jugador de básquet. El primer campeonato bancario que jugamos lo ganó el Citibank, y después ganó cuatro años seguido.
En ese momento a mí me convocan para la selección nacional y me nombran para ir a Londres. Pido permiso al banco y en principio no había problema. Pero se acercaba el día de la concentración definitiva y en el banco no me daban el permiso. Estábamos a jueves, el lunes comenzaba la concentración y el banco seguía sin habilitarme. Entonces ese mismo jueves renuncié al banco.
Qué sé yo si en mi vida iba a ir a otro Juego Olímpico. La realidad es que el trabajo en el Citibank lo necesitaba: era un buen puesto, iba a hacer carrera en el banco, estoy seguro. Pero me pareció que mi vida deportiva era más importante. El sueño de un jugador es ir a una Olimpiada.
Cuando fui a jugar al Club Palermo, a la vuelta de los Juegos Olímpicos, el presidente del club tenía una empresa inmobiliaria y me invitó a formar parte de su equipo de ventas. Se trabajaba no tanto en la semana y sí sábados y domingos al ciento por ciento. Hoy tengo ochenta y ocho años y todavía estoy vinculado a la empresa.

¿Cómo fue la preparación para los Juegos Olímpicos de 1948?
La preparación acá en Buenos Aires fue muy bien, muy dura. El problema era el barco. Igual tampoco era tanto problema, al final todos fuimos en barco. ¡Dieciséis días en barco hasta llegar a Génova, y después en tren a Francia para después cruzar a Londres! Fueron casi veinte días en los que estuvimos siempre con la pelota en la mano. Había un arito muy chico en el barco, casi de juguete, en una pequeña habitación, en el que tirábamos. Y corríamos en la cubierta, para estar físicamente preparados.
Llegamos a Londres en plena posguerra. Para mí Londres no estaba en condiciones de recibir unos Juegos Olímpicos. El lugar de concentración eran unos galpones de chapa prefabricados a los que le anexaron los baños y ahí dormíamos. Una vez por día hacíamos veintitrés kilómetros en un micro para ir a una cancha de polvo de ladrillo a tirar al aro. Pienso que el símbolo de la guerra fue Inglaterra y eso hizo que los juegos fueran en Londres.
En nuestro grupo estaba Estados Unidos. Si nosotros ese partido que perdimos por dos puntos con los norteamericanos lo hubiéramos ganado teníamos asegurado, como mínimo, el cuarto puesto. Como mínimo. Lo perdimos, y entonces ya comenzamos a jugar por el sexto y séptimo puesto para atrás, que ya no significaba mucho.
La preparación no fue buena. Pero no fue buena para nosotros, ni para nadie. Supongo que los únicos que fueron en avión habrán sido los americanos. Después de la guerra todo estaba muy precario. Me acuerdo que nosotros el desayuno lo íbamos a tomar al sector donde estaban los americanos que desayunaban bien. Fue una experiencia muy buena (se ríe).
Canavesi se quedó a cargo del equipo nacional. En el 49 fuimos a un Sudamericano y después ya nos empezamos a preparar para el mundial.

¿Y para el Mundial Argentina 50 concentran en River?
Sí, en ese mundial ya hicimos las cosas bien. Canavesi no quería tener problema con la Confederación y entonces pide que cada provincia mande una preselección de los jugadores que ellos creían que podían estar en el equipo. Se hizo una preselección de unos ochenta o noventa jugadores e incluso provincias que casi no tenían básquet mandaron jugadores. Los entrenamientos y las pruebas fueron avanzando hasta llegar a los últimos veinte. Esa última etapa fue muy rigurosa. El equipo se conformó con quince jugadores. Creo que se llegó al mejor equipo que se podía tener. Ganamos el mundial. Yo atribuyo eso al entrenamiento. Te voy a dar dos o tres ejemplos estadísticos que marcan en el nivel en que estaba ese equipo. A la mañana íbamos a tirar al aro en River. Tirábamos de todas las formas posibles. En la primera semana de entrenamiento el equipo tiraba cincuenta foules a la mañana y cincuenta a la tarde. De cincuenta, el equipo embocaba alrededor de treinta y cinco. La última semana el equipo embocaba cuarenta y cinco de cincuenta. El equipo argentino gana el mundial con cerca del 70% de tiros de campo y el 82% de los tiros libres. No sé si en la actualidad hay un equipo que esté tirando a ese nivel. Salvo en el partido con Brasil, en ese mundial superamos los sesenta puntos en todos los encuentros.
No podíamos jugar con ningún equipo de acá. El único equipo que venía a jugar y a entrenarse con nosotros era Comercio. Canavesi quería probar el equipo a fondo y pensó, viendo a los jugadores, armar dos conjuntos. Entonces armó solteros contra casados. ¡Eran muy parejos!El entrenamiento era muy riguroso. Los jugadores casados podían irse a su casa los miércoles después el último entrenamiento y tenían que volver el jueves a primera hora. Y los sábados a última hora de la noche o los domingos a la mañana recién teníamos libre.

Eras el capitán de aquella selección, ¿te sentías un líder dentro y fuera de la cancha?
A la hora de elegir capitán, Canavesi llamó a todos los jugadores y les dijo que eligieran ellos el líder que quisieran. Mis compañeros me eligieron y para mí fue un orgullo. También te cuento que Canavesi con Furlong, conmigo y con algunos otros tenía charlas todos los días un rato: a ver cómo andamos, cómo estaba la moral del equipo. La convivencia no es perfecta, siempre hay alguno que está en desacuerdo.

Llegamos a la final del mundial y toca jugar con Estados Unidos, ¿qué es lo que más recordás de ese partido?
Cuando nosotros llegamos a la final, creo que el equipo favorito —no te voy a mentir a esta edad— éramos nosotros. Llegábamos habiendo ganado todos los partidos muy cómodos. Estábamos con la expectativa, ¡jugábamos contra Estados Unidos!
En el año 38 en el Club Comunicaciones se jugó un partido de básquet entre la Argentina y Estados Unidos donde la Argentina ganó. Después en los Juegos Olímpicos de Londres, en el año 48, perdemos por dos puntos. Llega el campeonato mundial y Argentina le gana bien a Estados Unidos. Ese partido tuvo su particularidad. Los americanos no habían objetado nada, pero para ese partido querían que se jugara con la pelota americana. Ese mundial se jugaba con la pelota de gajo que se jugaba en todos los campeonatos sudamericanos. Los únicos que jugaban con la pelota que se juega en la actualidad eran los Estados Unidos. A nosotros nos gustaba esa pelota, era mejor que la de acá. Llegamos a un acuerdo y se jugó un tiempo con la pelota americana y un tiempo con la pelota sudamericana. ¡Al final no pudieron decir nada porque le ganamos los dos tiempos!



Ustedes salen campeones y reciben un llamado de Perón.
Esa misma noche Perón me llama a mí y lo primero que hace es felicitarme. Él no fue a ver la final; en realidad, no fue a ver ningún partido (se ríe). Seamos honestos, nadie pensó que nosotros íbamos a ser campeones del mundo: las cosas se dieron. El equipo siempre anduvo bien.
Después me preguntaron por qué le había dedicado el triunfo a Perón. Yo le dediqué el triunfo al pueblo argentino. Cuando Perón me preguntó qué idea tenía respecto a la política yo le dije que, por mi origen, mis padres eran socialistas.

Tras obtener el título en el Luna Park, se produjo un festejo en Buenos Aires que se conoció como “La noche de las antorchas”…
Eso fue una cosa espontánea de la gente que salió a la calle. Agarraban diarios y fabricaban antorchas que prendieron para festejar. Todos fueron al Obelisco.
Nosotros no lo vimos, porque después del festejo en el Luna Park —una cosa maravillosa— nos fuimos a la concentración a River. Luego volvimos con el micro para el centro a cenar a El Tropezón, un restaurante muy tradicional al que íbamos mucho a comer los jugadores.

Estamos ante una selección que en el año 48 tiene una gran actuación en los Juegos Olímpicos de Londres, sale campeón mundial en el 50 en el Luna Park y sale cuarto en Helsinki en el 52, ¿qué tenía ese equipo que no tenían otros? ¿Qué tenía esa generación de jugadores?
Acá se jugaba mucho básquet. La Federación Porteña y la Asociación de Buenos Aires tenían veinte equipos de primera cada uno. Había un millón y pico de jugadores federados —hoy hay muchísimos menos. Había clubes por todos lados, en todos lados se jugaba al básquet. No había lugar sin su canchita de básquet. En el interior también se jugaba mucho. Se fue generando un caldo de cultivo muy importante. Yo igual insisto en que el campeonato mundial se ganó con la preparación.

¿Fue importante el apoyo del Estado Nacional?
Mirá, no sé cómo fue bien ese asunto. Sé que la Confederación debe haber recibido un dinero para la organización de ese mundial. Te cuento algo para ejemplificar un poco. El tres de noviembre nosotros salimos campeones. El equipo salió de gira por todo el país para aprovechar la influencia del básquet. En marzo se jugaron los Juegos Panamericanos acá. El equipo se entrenaba en Ezeiza en una cancha de polvo de ladrillo. Un sábado estábamos en la canchita de básquet tirando y aparece Perón manejando un coche sport. Para al lado de la cancha, baja y nos saluda. Lo primero que nos pregunta: “¿no me digan que ustedes se entrenan acá?”. Lo llama a Canavesi. Canavesi le explica que esto fue lo que les asignaron. “Ocúpese, dígame dónde quieren entrenarse”, contestó Perón. Canavesi pensó rápido en el Instituto de Educación Física de San Fernando. “Bueno, hable con uno de mis secretarios y ocúpese de todo lo que necesita”, dijo Perón. Así, los últimos diez días pudimos entrenarnos en San Fernando, al mismo nivel al que nos entrenamos en River. Ese campeonato se llegó a la final con Estados Unidos y se perdió ahí nomás.

En el 55 la Libertadora derroca a Perón, y se abre la Comisión nº 49 que los investiga y los suspende, ¿cómo reconstruiste tu vida después de la suspensión?
Cuando llega la sanción yo tenía treinta y un años. Íbamos a los Juegos Olímpicos de Melbourne 56. De aquel equipo del mundial cuatro jugadores íbamos a Melbourne: Furlong, Uder, Contarbio y yo. El gobierno militar nos sanciona a todos y decide no mandar ningún equipo. Manda solamente unos cuantos militares esgrimistas y de otras disciplinas de salto.
Uruguay nos invita a Parque-Palermo a jugar tres o cuatro partidos con la Selección Uruguaya que va a ir a Melbourne. Palermo y Parque hacen un equipo y van. Jugamos tres partidos con la selección uruguaya, ¡les ganamos los tres! Uruguay salió tercero en los Juegos Olímpicos.
El daño fue brutal. El que sufrió lo peor fue el básquet. Los jugadores de básquet muy peronistas no éramos (sonríe). Si se quiere, de alguna manera, mi idea política Perón la copió, porque Perón copió al socialismo. A Furlong Perón lo perjudicó. Él tenía la empresa Villalonga Furlong y la expropió el gobierno. Hay una frase que Uder usa en la película1 que grafica muy bien el pensamiento de aquel entonces. Uder dice en la película “sí, yo soy peronista pero de Perón”. Claro, porque después de conocer a Perón es muy difícil para una persona desligarlo.
Te cuento una de Perón. Mi hermano y yo jugábamos en Palermo. Vivíamos en una casa quinta con mis padres en el kilómetro 21 de la Ruta 3. Cuando perdíamos el colectivo de las doce de la noche que salía de Carhué y Rivadavia, el otro colectivo llegaba hasta la rotonda de San Justo y de ahí nos íbamos veinte cuadras caminando hasta casa por la ruta. En aquel tiempo era todo campo ahí. Un día estábamos, era un 20 de diciembre en la Unión de Estudiantes Secundarios, en una Fiesta del Deporte. Yo lo cuento porque me parece brillante: pienso que un presidente, un verdadero estadista, tiene que saber prácticamente la vida de todos los argentinos. Me llama Perón: “Negro, ¿vos vivís lejos, no?”. Yo le digo que sí, que vivo en la Ruta 3 en el kilómetro 21. “¡Eh, pero para viajar!”, me dice Perón, “no, te lo digo porque el Banco Hipotecario está haciendo un barrio, el Simón Bolívar, frente al Parque Chacabuco”. Me dice que el banco alquila los departamentos. Bueno, pienso, le voy a preguntar a mi vieja. Estábamos a veinte de diciembre. Al día siguiente me llama un secretario y me dice que vaya al día siguiente a la mañana a la Presidencia, que él me da la lista de departamentos que todavía no se alquilaron y los voy a mirar. Fui con mi vieja y elegimos un departamento ahí; fui el día 23 a decirle y a la tarde fui al banco a firmar el contrato de alquiler.
Volviendo a la suspensión, vos fijate cómo era esa comisión investigadora. Suspendieron a los jugadores de Parque, de Palermo, a todos los que habían hecho alguna gira y por supuesto a los de la selección. Nos citaron a todos. Te hacían las preguntas más estúpidas que se te puedan ocurrir. A mí me preguntaron qué había traído cuando estuve afuera. Traje un juego de cubiertos para mi hermanita que se casaba —cada uno compraba lo que podía. “¿Y quién les dijo que desfilaran con la corbata negra en Helsinki?”, preguntaron en la Comisión. El día anterior había fallecido Eva (Perón). A los jugadores vino un delegado que nos dijo pónganse esta corbata y se acabó la historia; mal o bien era la mujer del Presidente, nos guste o no nos guste.
La Confederación no hizo nada con la sanción. Lo terrible de todo esto fue que al final todos los dirigentes siguieron actuando. Fueron de acá para allá, viajando a todos lados y ninguna defensa nos hicieron. Nos sancionaron a todos pero, aparte, ¿qué teníamos que ver? Creo que en ese tiempo todo lo que venía de Perón había que anularlo.


1. Se refiere al documental Tiempo muerto (2007), de Baltazar e Ivan Tokman.

Fotografía por Julián Rodríguez F.Marzo 2014